El proceso de Craik consiste en sumar y restar, en reducir y destilar. Cada obra se elabora lenta y meticulosamente a lo largo de semanas y meses pincelando, extendiendo y vertiendo repetidamente capas de pintura acrílica translúcida. El cuadro realiza un viaje. En un momento dado se presenta como un bloque de color vivo, opaco y monocromático, que más tarde se suaviza y transforma mediante capas de pintura. A intervalos regulares, la superficie pintada se lija, eliminando todas las marcas de pincel para dejar una superficie lisa como guijarros y campos ininterrumpidos de color, que se disuelven y funden por toda la superficie, desvaneciéndose en los bordes, donde han quedado expuestas finas bandas de color saturado.

Al vivir en Escocia, uno recuerda constantemente las fuerzas que esculpen la tierra. El estudio de Craik en Kinghorn, Fife, está en un acantilado con vistas al estuario del río Forth. Rodeado por esta extensión de agua y el flujo y reflujo interminable de la marea, Craik es consciente de que estos procesos han permeado, a lo largo del tiempo, su práctica artística.