Tomando el paisaje como punto de partida, tanto “Untitled 11” como en mis cuadros no tratan de una presentación literal. Se centran en las cualidades emotivas del lugar. Utilizando una paleta objetiva ligada al paisaje escocés, el color actúa como vehículo para revelar los planos del cuadro que subyacen como puntos de referencia. Con la estructura, el diseño y la armonía del color basados en lo cotidiano, se anima al espectador a replantearse las nociones de su entorno. De esta manera, todo lo familiar se abre y se llena de posibilidades.

En primer lugar, al salir las obras del territorio del arte y los valores tradicionales, a través del proceso y la presentación, se abre un diálogo entre el pasado y el presente, lo histórico y lo contemporáneo. A pesar de la alusión a los contextos sociales, espirituales y materiales en el ámbito de mi arte, los criterios principales siempre vuelven a los elementos constructivos de base. La forma, el color y la superficie construyen el soporte fundacional y elevan los conceptos de las obras. Así, se permite al espectador descubrir capas de significado potencial a medida que se considera cada elemento. En ausencia de imágenes o narrativa, los paneles se dejan abiertos a la interpretación. Todo esto, como un plano casi en blanco para reflejar las propias emociones e ideas del espectador.

En segundo lugar, aplicando la pintura en finas capas de color y utilizando una técnica de sustracción, se trabaja la superficie hasta alcanzar un equilibrio. Las delicadas formas que quedan dan el efecto de un acabado monocromático cuando se ven por primera vez. A través del velo de pintura resultante, brillantes trazos de tono parpadean en el borde del foco. La superficie mantiene la más suave luminosidad y el volumen modulado.

Seguidamente, las obras se completan con un meticuloso nivel de control, creando un plano que no lleva marcas de pincel, eliminando la evidencia de la mano del artista y cualquier huella de la técnica. Al acercarse a la obra, el color pulsa en patrones que cambian constantemente; al retirarse, estos patrones se mezclan, se destiñen y se funden en un campo continuo vibrante, que invita a una atención visual muy afinada. La refinada sombra y el contorno conducen el ojo alrededor de la pieza, involucrando suavemente al espectador en el acto de ver, donde su relación con la obra es de continuo cambio, ya que la superficie etérea vibra con una luz y un ritmo internos que parecen expandirse hacia fuera más allá del borde, activando el espacio alrededor y entre las piezas. Y eso es lo que vemos en “Untitled 11”.