Dirk Salz
Bochum, 1962
Dirk Salz aborda el color como un pintor clásico, aunque trabaja como un escultor y completa el cuadro como un volumen diseñado. Capa a capa, desarrolla objetos pictóricos a partir de la materialidad de sus diversos materiales con pigmentos, resinas, aluminio o madera, cuyo infinito interior, color y luz se intensifican por igual en un diálogo con el espectador.
Más sobre el artista
Formal y estilísticamente, los “cuadros” de Dirk Salz recuerdan la obra de los maestros del siglo XX Josef Albers, Ad Reinhardt y, en cierta medida, Donald Judd. Parecen hablar el mismo lenguaje, expresando una preocupación por el color, la composición y una decidida reducción de la forma. Sin embargo, el tono de las obras de Salz -compuestas por múltiples capas translúcidas de pigmento suspendidas en resina- es distinto del de sus mentores modernos. Utilizando medios y métodos contemporáneos, el artista construye una verdadera “experiencia” visual de la forma y el color, en la que nuestra percepción de la superficie del cuadro y de la profundidad aparente se ve continuamente cuestionada en función de nuestra distancia y orientación respecto a la superficie altamente reflectante de la obra.
Las superficies lisas le sirven como espejos metafóricos para el espectador, espejos que reflejan la propia imagen del espectador dentro del espacio, y las posibilidades de nuestra relación con él. Además de explorar el espacio, las obras de Salz nos imponen una cuestión de temporalidad y el papel del tiempo en nuestra percepción del mismo espacio. El tiempo es una categoría que viene antes que el espacio, que es necesariamente más interno y permite que el espacio exterior sea revelado.
El proceso creativo de Dirk Salz es de lo más original y responde siempre a la finalidad de retar al espectador a deconstruir el cuadro y buscar el trazo original. En definitiva, quiere distinguir lo real de lo que son meros efectos de la refrangibilidad visual. A primera vista resulta difícil discernir qué líneas, formas y niveles de profundidad forman parte de la obra y cuáles son simples reflejos. Para conseguirlo, el artista fuerza al espectador a moverse, a contemplar la pieza desde distintos ángulos y distancias, y a observarla cada vez más de cerca.