La obra de Concha Martínez Barreto (Fuente Álamo, Murcia, 1978) supone una intensa reflexión sobre la fragilidad de la memoria y, a la vez, sobre la propia identidad, las conexiones intergeneracionales, la muerte y el olvido.
A través de diferentes técnicas y medios, indaga en el pasado, pero no intentando la reconstrucción imposible de lo perdido o un árido trabajo de catalogación, sino como una tarea que da cuenta precisamente de la dificultad de toda rememoración, de la importancia de mostrar los fragmentos, las huellas que deja el tiempo.
El encuentro con unas antiguas fotografías familiares, la lleva a plantear Los nombres, un políptico de doce piezas concebido como una intensa reflexión sobre la fragilidad de la memoria y sobre la propia identidad, las conexiones intergeneracionales, la muerte y el olvido.
Dibujos minuciosos y a la vez frágiles (como es el caso de la serie El viaje) que le sirven para dar cuenta del esfuerzo por recordar y del fracaso de ese intento; de cómo la memoria heredada está llena de elipsis, interrogantes y dudas.
El suyo es un trabajo sobre la propia identidad, las relaciones, el tiempo y sus huellas. Una obra que habla de la necesidad de equilibrio, de la dicotomía lastre / deuda: de las heridas y el reproche, pero, sobretodo, del amor.
El viaje es una serie de dibujos en la que se muestra la infancia como un punto de partida pero a la vez como un centro en torno al cual siempre nos movemos. El deseo de partir se une en estas piezas al miedo a naufragar en unos espacios de miradas cruzadas en los que las diferencias de escala hablan de la flexibilidad del tiempo y de la distinta velocidad con la que parece correr para los adultos y para los niños.